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¿Por qué “Envidiosa” refuerza el maquillaje de los estereotipos de género?


La primera temporada de “Envidiosa” de la plataforma Netflix generó gran impacto en la audiencia porque el clima tragicómico que recorre la vida de Vicky nos identifica a todas, haciéndonos pasar por la risa, el enojo, la vergüenza, la tristeza para volver a estallar de risa.

Todas nos identificamos con Vicky, la apuesta de poner como protagonista la envidia, nos deja ante una descripción de nosotras que nos da vergüenza, porque la envidia está sancionada socialmente, no está bien envidiar a nuestras amigas, sin embargo, la envidia existe porque el vínculo con los pares pone en escena los vínculos con nuestros hermanos revelando la competencia en la conflictiva edípica por el amor de nuestros padres, pero en las mujeres esta explicación oculta que la constitución psíquica está atravesada por los estereotipos de género y los roles asignados históricamente.

Envidiosa desplegó varias ideas/preguntas en la primera temporada:

-Actualmente se espera que seamos independientes, profesionales, activas, bellas a lo Kardashian, es decir, que estemos buenas, ahora, ¿esto nos liberó del mandato de la pareja y la maternidad o simplemente se adiciono?

- ¿Sentimos envidia de otras mujeres cuando logran esta lista interminable mientras invisibilízanos lo que sí podemos?

- ¿La sociedad nos sigue demandando llegar a las cuarenta casadas, con hijos, y además ahora, flacas, jóvenes y cancheras?

- ¿Realizarse profesionalmente contrasta con los varones que no lo lograron? Y si estos varones lo lograron, ¿no nos posiciona en un lugar de igualdad que no habilita el formato de control y dominio?

Ser mujer en nuestra sociedad, patriarcal, capitalista y colonial se dirige desde premisas muy claras: ser amable, tener la capacidad de sostener, no generar problemas, cumplir con los estereotipos de la belleza, la maternidad en función del deseo del varón: si quiere queremos, y si no quiere, no queremos. Ser saludables -fitness-, tener una profesión para estar ocupadas pero no para destacarnos.

Vicky está dibujada como una mina jodida, que no sabe esperar, que siguió la receta al pie de la letra pero que no logró coronarse completando toda la lista para ganar. Completar esa lista es responder a lo que otros esperan de “las mujeres”. Que un varón nos elija se traduce a haber cumplido con todo lo que el patriarcado dice que tenemos que hacer para ser amables.

¿Qué nosotras elijamos un varón es ganar? O mejor aún, ¿Qué la pareja no sea un aspiracional que nos realice, es ganar?

La serie, como todas las demás series y películas que están tratando de contar el sufrimiento que tenemos las mujeres hoy por no estar en pareja, siguen marcando que el horizonte es la pareja; entonces parece que el problema está en que elegimos boludos o como se dice ahora, perversos; que hay que saber esperar y tener paciencia hasta que llegue el distinto, ¿el distinto? claro, ese que no se sostiene de los ideales del macho. Entonces aparecerá un deshilachado, pero si no lo elegimos es porque somos unas superficiales que no nos deconstruimos lo suficiente, y ojo, porque ahí si se pasa el tren.

El problema seguimos siendo nosotras.

El problema sigue siendo singular y subjetivo; entonces en la terapia individual encontraremos las coordenadas de nuestros conflictos constitutivos y si nos hacemos cargo de ese proceso, aprenderemos a elegir distinto. Y claro, eso si logramos acceder al dispositivo de privilegio que es el análisis.

La segunda temporada cierra todas las preguntas, define lo que impresionaba como una interpelación para decidirse por sostener el status quo con los cambios sutiles y superficiales que el mundo y el “cine” incorpora  -que venimos viendo desde Barbie- para sostener el patriarcado maquillado.

En principio revela que lo que trababan de decir de Vicky caracterizándola como “envidiosa” es que es una histérica. No hablo del sentido popular, hablo de la estructura de la neurosis, donde la característica principal es dejar el deseo insatisfecho, y ahí la vemos a Vicky, inconforme con todo, deseando siempre otra cosa, mirando y comparándose siempre con “la” otra.

¿Acaso esta idea de la mujer de que “nada” le viene bien, no es desde siempre una mirada misógina?

¿O simplemente con la fetichización de la Analista alcanza para reforzar lo más duro del psicoanálisis y las histéricas de Freud? ¿Cuántas veces se le reprochó al psicoanálisis que, en su análisis psíquico normalice los efectos neurotizantes de las relaciones de poder? Fernanda retrata el brote como algo reprochable -"lo que sé es que cada vez que una amiga tuya se casa te brotas"...no cuestiona la canallada de un Dani que chorrea privilegios, incluso cuando le propone -"está con vos misma" apela a que la idea de la pareja es un deseo individual no un mandato social ¿hay algo más normativo, culposo e individualista en esta época que "el cultivo del amor propio”?

La serie cumple con todo, triunfa, porque estamos todas riéndonos de nosotras, sentadas con nuestras hijas aplaudiendo cuando Vicky enloquece porque Dani se casa con una pendeja hermosa veintiún días después de separarse…

La risa no nos permite ver un varón promedio que ejerce todos los privilegios de género y clase: viaja al extranjero con amigos, se trae una mujer, se casa, y cuando se da cuenta que se equivocó, la despacha.  La sube a un avión con plata, porque la familia le resuelve el “capricho”. Esto se nos pasa de largo. Cumple, el entretenimiento nos estupidiza.

Como se nos pasó de largo cuando la hermana que no quería ser mamá decide interrumpir el embarazo, pero sin embargo, volvió mágicamente de la clínica convencida de maternar, claro, recapacitó. Cumple, el entretenimiento nos estupidiza.

Como se nos pasó de largo la amiga que era leona, pero no campeona, que fracasó en el matrimonio porque el marido la engañó con todas las aplicaciones, entonces se enganchó a un pendejo exitoso, casado, y ella apareció vestida toda apretada, como una piba de veinte, que después de “aguantar” como la segunda, ganó, porque el pibe se separó y ahora sí, son felices. Cumple, el entretenimiento nos estupidiza.

Como se nos pasó de largo la amiga que al fin tuvo un novio, se enamoró, pero no se casó en el altar porque resultó que era homosexual, y apareció en pareja feliz, porque en verdad le gustaban las mujeres. Cumple, el entretenimiento nos estupidiza.

Como se nos pasó de largo que no existe una sola serie o película que cuente que un varón sufre por no tener pareja. Simplemente es, porque en la construcción del estereotipo de género, casarse no es un atributo de la masculinidad.  Entonces, ahora la “tele”, nos dice que ya va a llegar uno distinto, pero para eso nosotras, tenemos que renunciar al estereotipo que siempre se les demandó a los varones: que sean proveedores, fuertes y valientes. Entonces, tenemos que aceptar infantiles e impotentes, mientras ellos no nos aceptan intensas, con celulitis y dependientes económicamente.

Nos siguen ajustando el talle para encontrar un lugar en la pareja junto a estos varones.  Nuestra deconstrucción es para que los varones que están en crisis vuelvan a encontrar un lugar. Mientras nosotras, seguimos buscando nuestra femineidad en la construcción de una sociedad que cada vez nos pide más para ser valoradas.

¿En qué momento empezamos a decir que lo que hay que cambiar es el aspiracional de pareja? ¿Podemos decir que sin pareja no nos falta nada? ¿Qué puede no ser nuestro norte?

Ya se que es solo una serie, que es para reírse. Pero bueno, me da bronca que nos hagamos los boludos, que olvidemos la lucha histórica que tenemos encima asistiendo a la función del entretenimiento sin decir nada. En un momento social y político de retroceso, el entretenimiento sigue estando en manos de las personas que dirigen quienes tenemos que ser para tener lugar en la sociedad y nosotros, nos reímos.

 
 
 

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